Un tipo pagado de si mismo, que rezuma tanto cinismo de su cuerpo como humo del cigarro que cuelga en su mano, además tiene mal genio y aunque es muy bueno en lo suyo, su ácida personalidad provoca al mismo tiempo antipatía y una atracción inevitable. Podríamos estar hablando de Spider Jerusalem, de Midnighter o de John Constantine, todos ellos personajes que han pasado por el teclado del brillante Warren Ellis. Es un arquetipo de antihéroe presente prácticamente en todas las obras del creador de The Authority, pero uno al que conoce bien y que no deja de ser un reflejo ficticio de la propia realidad del autor. En Planetary no podía faltar un personaje así que llevase la voz cantante, en este caso es Elijah Snow, el más reciente miembro de la organización Planetary, reclutado para sustituir al agente que han perdido recientemente. A este manipulador del frío le capta la competente y físicamente portentosa Jakita Wagner y completa el equipo de campo el asocial tecnópata apodado El Batería. Esta pequeña unidad de investigación se adentrará en los grandes misterios del siglo XX, viéndoselas con fantasmas de la yakuza, monstruos radiactivos japoneses, poderosos alienígenas e incluso con la rubia favorita de América.
Esta sucesión de encuentros resueltos en capítulos aparentemente auto conclusivos no se queda en la simple confrontación con el monstruo de la semana, sino que las piezas separadas van encontrando una interconexión que hará cada vez más complejo el trabajo de estos agentes tan especiales. Por encontrar un buen símil, en la televisiva Expediente-X los agentes Mulder y Scully se encontraban cada semana con un nuevo caso paranormal que investigar, pero de vez en cuando llegaba un episodio que trataba sobre el esquema general y la conspiración que hilaba la trayectoria de la serie. En Planetary sucede algo así, y a medida que progresamos por su treintena de entregas (contando los interesantes especiales que se cruzan con Lovecraft, Batman y con una JLA alternativa), el conflicto principal va mostrando su cara y las cartas se van dando la vuelta para sorprendernos con revelaciones que nos desencajan la mandíbula y nos atomizan el cerebro al ver quiénes son los malos de la historia. Cuando pasamos las páginas y nos topamos con el homenaje más retorcido a los fundamentos de la Marvel, recordamos una vez más que Ellis no soporta a los superhéroes, y que a los que ha escrito a lo largo de su carrera ha sido moviéndolos a su terreno, el del absoluto cinismo y la deconstrucción.
Nacida en 1998 en el sello Wildstorm de Image, que recordemos fue fundado por Jim Lee, Planetary no concluyó hasta 2009, acumulando un montón de retrasos para desesperación de los lectores que iban siguiendo religiosamente la publicación de un nuevo número. Pero es el peaje a pagar a cambio de transitar por el mejor trabajo que dos pesos pesados del cómic como Warren Ellis y John Cassaday hayan hecho nunca. Es un gustazo ver la evolución gráfica de Cassaday desde esos primeros números con un trazo más en bruto, hasta el nivel de absoluta refinación que acaba alcanzando sus líneas. Nada se le resiste, y eso que los gloriosos guiones del británico le ponen frente a todo tipo de criaturas y conceptos, desde la mugre de las peleas callejeras hasta la más alta ciencia ficción. Cada capítulo es una nueva montaña a escalar, un nuevo reto en el que reflejar las inmensidades del mundo microscópico, versionar a los habitantes del sello Vertigo o deslumbrarnos con las verdades cósmicas que toman forma de dioses corpóreos. Por supuesto, todo el conglomerado de ideas y personajes que encontramos en la serie es una imaginativa regurgitación de cultura popular por parte de sus autores, pero todas estas versiones de Tarzán, Godzilla o Doc Savage además de homenajear al original, quedan perfectamente integradas en el relato global. Reconocer estos elementos familiares es parte de la gracia sí, pero para nada se queda en el guiño gratuito, porque todo forma parte del enorme puzzle que vamos armando en una de las mejores series independientes del cómic americano.
Para llegar a dar vida a un mundo tan extraño, ha sido necesario que Warren Ellis se foguease previamente tanto en el campo superheroico como en la ciencia ficción más futurista, esto último es muy fácil de rastrear en su trabajo más emblemático, la serie Transmetropolitan. Allí ya dio muestra de los efectos que un desatado avance tecnológico tendría en la sociedad, impulsándola hacia un futuro cada vez más dependiente de las máquinas, pero curiosamente sin dejar de lado la superstición ni las religiones, o la adoración del último ídolo surgido de la fábrica de estrellas del pop. Juntando esta capacidad visionaria con el enfoque adulto que le ha dado Ellis a su tratamiento de los superhéroes y supervillanos, los instrumentos para abordar la creación de Planetary alcanzan un punto perfecto de calibración.
Lo que sí deben saber los lectores es que cuanto más fondo de armario tengan en lo relativo a la cultura popular del siglo XX, más referencias y homenajes serán capaces de identificar, algo parecido a lo que nos podía pasar con The League of Extraordinary Gentlemen de Alan Moore. No obstante, es mucho más accesible descifrar Planetary porque las referencias son más evidentes y no están tan rebuscadas. Además, si el de Moore es un buen ejemplo de escritor que puede eclipsar a su compañero gráfico, Ellis tiene al menos en esta obra la generosidad de no empañar unas páginas muy fluidas con una redundancia de textos explicativos. La narrativa es fluida y permite que Cassaday se luzca con grandes panorámicas y con escenas de acción que no temen en prolongarse durante una larga cadena de viñetas. Una vez la cadencia mensual se convirtió en algo inalcanzable, se fue desintegrando también la presión de unas fechas de entrega más estrictas. Esto provocó que la aparición de un nuevo capítulo fuese tan impredecible como bienvenida, poniendo a prueba la paciencia de los aficionados, pero permitiendo a Cassaday deshacerse en todo tipo de detalles y dando en definitiva lo mejor de si mismo en cada página. Sin embargo, este errático calendario de publicación queda atrás en las presentes recopilaciones, que se benefician de la posibilidad de encarar la lectura del tirón para facilitar la comprensión del oscuro entramado al que los misteriosos antagonistas quieren someter a la Tierra.
Al igual que en el Astro City de Kurt Busiek y Brent Anderson, en la obra magna de Ellis y Cassaday hay cabida para la amalgama de universos, pudiendo echar mano de integrar en un mismo planeta a su visión de La Liga de la Justicia o de Los 4 Fantásticos, un imposible más de tantos que hacen acto de presencia en Planetary. Esa ausencia de límites es una de las grandes bazas de esta obra maestra que funciona en dos niveles tan separados como complementarios. Por un lado sirve de simple entretenimiento que no escatima en poderosas escenas de acción ni en el uso de escenarios de pesadilla y de ensueño, pero por otro retuerce para gozo del lector experimentado un montón de tópicos y de lugares comunes cuya identificación refuerza el disfrute.
Planetary, tan perfecta desde su llamativo título, es un viaje en primera clase a través de una recopilación de elementos conocidos que son llevados hasta su máximo potencial, un privilegio intrínseco a las infinitas posibilidades de esta obra maestra.