Pocas cosas hay tan intensas e íntimas como el amor. Sentirse atraído por una persona y poder disfrutar de una relación es uno de los periplos más emocionantes dentro de la vida, para bien y para mal. A todos nos gusta sentirnos queridos, amados. A todos nos gusta que nos cuiden y cuidar. A todos nos gusta disfrutar de las sensaciones de estar enamorado y, aunque se niegue la existencia del amor o de los sentimientos, hay que aceptar que el cuerpo sufre ciertos cambios por la aparición de complejos procesos químicos; cuando éste siente cierta afinidad salvaje y natural en el momento en el que se relaciona con cierta persona en particular, y que alerta de las posibles opciones de apareamiento (normalmente para engendrar descendencia, pero hoy en día ese tema está más que superado y hay diferentes tipos de relaciones) que todos y todas tenemos grabados en nuestro ADN desde que la vida se creó en el planeta. Incluso así de frío resulta interesante. El Amor, con mayúscula, simplemente surge, independientemente del debate sobre si tenemos una visión romántica imbuida por películas, libros o publicidad que idealiza y, a veces, distorsiona su verdadero significado.
Un cruce inocente de miradas en mitad de una fiesta. Otro impaciente vistazo al móvil para ver si ha escrito. Una película bajo una manta con su cabeza recostada en su pecho dejando que el olor de su champú amenice una tranquila noche. Jugar con su pelo. Que te besen como si fuera la última vez y escuchar las palabras que salen de su boca como si hubieras nacido en el país de los mudos. El calor de su mano recorriendo tu mejilla y detrás una sonrisa. Que sus ojos sean los que llenen tu cabeza de voces. Deslizar muy despacio la mano por su muslo mientras conduce. La esencia que desprende su cuerpo en tus sábanas. Querer que el tiempo vuele para que lleguen pronto sus abrazos. Que las discusiones se hagan con cuidado para no lastimar ni dejar profundas heridas que jamás cicatrizarán. Que tu mente recurra una y otra vez al momento más feliz que viviste a su lado. Querer que el mañana no llegue nunca. Que no vuelvas a pensar que todo lo que empieza tiene que acabar, porque la realidad se impondrá y acabará. Llorar por echar de menos lo vivido y sonreír ante lo que todavía queda por vivir juntos.
—¿Qué hora es?
—¿Qué mas da?
—¿Cuánto tiempo llevamos juntos?
—Una vida.
—¿Te apetece otra más?
—Sí.
Que su figura sea lo primero que ven tus ojos cuando despiertas, y que sea lo último que ven antes de dormir. Que se haga camino al caminar, pero nada mejor que hacerlo en buena compañía. Que todos somos adultos y sabemos que el día a día nos mata el amor pero, si merece la pena, hacer el esfuerzo para que otra vez vuelvan a surgir esos sentimientos que una vez nos atrajeron de la persona que tenemos a nuestro lado, y después echar a volar de nuevo reconfortado y lleno de calor. Que te susurren algo hermoso en el oído. Que te hagan reír hasta que te duela la barriga. Que rompas esas cadenas que te impiden esas dos palabras que tanto te cuesta soltar porque no quieres que te vuelvan a hacer daño. Que la dicha recorra tu cuerpo sabiendo que has hecho lo correcto mientras el eco de esas dos palabras malditas que han salido de tu boca resuene en tus oídos. Que las lágrimas recorran tu rostro ante el abismo doliente del «te quiero» carente de significado. Que aceptes la penitencia de amar porque es mejor que no haber amado. Que sientas y no pienses.
Amar y amar y volver a amar. Pero hay veces que amar es más complejo porque las personas no son todas iguales. ¿Es menos bonito o hermoso el amor si deseas que tu pareja te humille y te orine encima?
Sundome es un poco el reflejo de esa pregunta. Kazuto Okada nos cuenta la historia de Hideo Aiba, un estudiante de instituto con gustos diferentes y algo marginado por sus compañeros. Para él todo cambia con la llegada de una nueva compañera llamada Kurumi. Juntos emprenden un viaje por un lado enrevesado de entender las relaciones, disfrazándolo de juegos entre adolescentes. Para más trasfondo irán apareciendo una serie de personajes unidos por el Club Roman que alberga a todos aquellos estudiantes que pretenden conservar su virginidad hasta graduarse, con el fin de ser ayudados por miembros pasados, para conseguir entrar en una buena universidad u obtener un buen trabajo.
El cómic está centrado en la forma de entender una relación que llevan sus protagonistas principales. Dicha relación se va haciendo cada vez más afectiva a la par que van madurando en la exploración de sus propios gustos y límites. Se alejan del clásico estereotipo de relación, de lo que en el mundo del bdsm se conoce como «relación vainilla», que es la que la mayor parte de la gente suele tener.
No es que se esté describiendo en este cómic una «relación bdsm» entre una ama y su esclavo, pues no nos corresponde a nosotros decirlo, ya que hay gente con mayores conocimientos y experiencia sobre el tema que puede dar una opinión más profesional. No es un cómic dogmático o que intente vender algo que no es. Pero sí que hay que entender Sundome como la exploración en un tipo de relación alternativa, que comparte ciertas características cercanas al tipo bdsm, intensa y emocionante, entre dos personas que se encuentran y que acabarán realimentando sus necesidades (la bibliografía consultada no recomienda la práctica de relaciones bdsm en la adolescencia, por la intensidad con la que se vive todo a esa edad, falta de experiencia… Pero se vuelve a insistir, que sean los expertos los que decidan si esta es una historia pura de dominación).
Pero Sundome habla de un tipo de relación y sus personajes están encuadrados en el contexto de la adolescencia por una razón. En Sundome se nos habla de la dificultad a ciertas edades de lidiar con ciertos sentimientos, y es extensible a otras edades, ya que no suelen ser este tipo de relaciones demasiado bien vistas a nivel social.
El recurso de tirar de metáfora adolescente es fácil de entender, no es un capricho del autor. El youtuber Jaime Altozano decía, leyendo un poema de William Blake, que el anime es «ver el mundo en un grano de arena». Y para el manga, hermano pequeño del anime, no hay mejor grano de arena que un instituto japonés. De ahí el uso tan manido de enseñar una relación, por muy alternativa que sea, a través de los ojos de unos chavales de instituto como recurso para encontrar un perfil reconocible; con el que sentir empatía por parte del lector. La historia de Sundome no es más que eso: una historia sobre un chico que conoce a una chica y poco a poco se van enamorando de una manera un poco más complicada.
Para muchos habrá obras más representativas de la época adolescente que traten mejor y de manera más cercana los problemas de crecer y relacionarse, como por ejemplo Buenas noches, Punpun (Inio Asano, 2015. Norma Editorial), con su cierta oscuridad depresiva. Pero Sundome se nos ofrece como un instante en la vida de un chico que le cambiará para siempre desde una historia intensa y emotiva, en la que el sexo es simplemente un canalizador de sentimientos y pensamientos más profundos. Esto también se puede ver en películas como Secretary (2002. Steven Shainberg. Hay una escena de un baño de Kurumi a Aiba que puede traer a la mente el baño de James Spader a Maggie Gyllenhaal) o Crash (1996. David Cronenberg). En ambos filmes se intenta dar a conocer al espectador un mundo alternativo, enrevesado y crudo, pero con el fin de llegar a conclusiones más elevadas más allá de las tórridas imágenes, en la que los verdaderos protagonistas son los sentimientos de los personajes.
Kazuto Okada presenta de manera elegante y delicada la relación especial entre Hideo y Kurumi, incluso mejorando el dibujo cuando las escenas íntimas entre ellos los requiere, y todo lo demás lo envuelve de humor para suavizar la intensidad con la que viven los protagonistas.
La delicadeza que presenta en Aiba y Kurumi no está tan presente en otros personajes, como el Expresidente, que tiene un parcialismo más que un fetichismo por los culos; o Tacchan, fetichista de las piernas y de una muñeca. Expresidente y Tacchan son tratados más torpemente cayendo en el error de no evolucionar sus personajes y casi dejarlos a merced de sus obsesiones. Mientras que sí que cuida algo más a Kattsun y Kyoko que progresan y acaban teniendo mayor conflicto interno. Pero a la larga se echa en falta un poco exploración en el interior de todos, probablemente por dar también cabida al humor con la intención de dar una mayor perspectiva del ámbito en el que se mueven los personajes.
El dibujo es la asignatura pendiente dentro de Sundome. Cierto es que hay una gran diferencia entre las escenas más humorísticas y con menos carga emotiva, que las escenas más duras y elevadas, que tienen a Aiba y Kurumi como epicentro potenciando el lenguaje corporal más que las palabras. En algunas viñetas se da mucha importancia a los detalles, por nimios que sean ya que, según se desarrolla la obra; resultan de importancia en el desarrollo narrativo.
La historia es un canto a la paciencia dentro de las relaciones que se están formando, con más valor incluso debido a que el tiempo no es algo que le sobre a uno de los protagonistas. Una lección para nosotros que vivimos en una sociedad donde la inmediatez y la rapidez en todo nos domina, incluidas las relaciones y los sentimientos. Hemos olvidado ya el valor de vivir despacio y aprender a amar despacio, en favor de tenerlo todo ya, aquí y ahora y en grandes cantidades.
Ha pasado un tiempo desde su publicación y todos sabemos lo que significa Sundome en japonés y no se va a hacer mayor mención. No es necesario, pero sí lo es echar otro vistazo a un cómic que dice mucho más por las expresiones y pensamientos de sus protagonistas que por las viñetas más impactantes.
La polémica del cómic está, como muchos otros, en si es acertado o no dotar de actitudes sexuales a personajes dibujados con cierto aire infantil.
Este no es el mejor medio para debatir sobre ello. Ni siquiera es oportuno.
Es una discusión para mentes más elevadas, cabezas pensantes que legislan, con amplias miras, que sepan discernir entre ficción y realidad, y con la suficiente inteligencia.
Pero sí decir que este no es un cómic pensado para la satisfacción y alivio del personal. Eso sería insultar a este manga. Y pensar que el autor ha dibujado quinceañeros para incentivar y animar al lector a dicho alivio es de una simpleza propia de gente inculta.
Una sociedad madura debe educar y saber implementar ciertas conductas y virtudes en sus individuos para la convivencia y el respeto de sus miembros, y eso no se consigue prohibiendo y multando a diestro y siniestro.
Por supuesto que hay que evitar sexualizar a la infancia, pero eso es una labor cultural y un esfuerzo por parte de todos que se inicia en la educación.
Porque al final, en un país que suele tener más papistas que el Papa, se puede llegar al absurdo y acabaremos por ver aberraciones sexuales en Shin-Chan (Yoshito Usui), o conductas fetichistas peligrosas en Dash Kappei (Chicho Terremoto. Noboru Rokuda), o cosas por el estilo. El terreno se verá abonado para los aquelarres y la caza de brujas, surgirán comisiones que dirán que hay mensajes satánicos ocultos en discos de Heavy Metal; y aparecerán iluminados que nos indicarán qué leer sin que se hagan preguntas. Eso sí, todo desde el imperio de ley.
- GUIÓN - 6/106/10
- DIBUJO - 5/105/10
- GENERAL - 6/106/10
Resumen
Es un buen cómic, y funciona porque es sencillo, sin mayores pretensiones que entretener e ilustrar una forma distinta de amar. Es la mente del lector la que debe profundizar un poco más dentro de la historia y las viñetas porque cada personaje ofrece algo distinto. No hay puntuaciones altas para Sundome, pero es que no las necesita.