Dicen que es necesario comprender nuestro pasado y de dónde venimos para poder entender el presente y tener claro en lo que nos hemos convertido. Para ello, debemos recurrir a la memoria, caprichosa y selectiva, capaz de alterar y tergiversar los recuerdos. Y a la gente que vamos conociendo a lo largo de nuestro periplo vital, a los que nos conocieron y nos amaron, y a los que por causas de la propia vida, vamos dejando atrás en nuestro inevitable camino hacia el ocaso.
De esto mismo trata Ronson, que nos llega de la mano de Autsaider Cómics, quizás la editorial nacional underground más original e interesante. Un espectacular debut del joven autor César Sebastián, que en su primera obra gráfica de larga duración, nos invita a volver a mirar atrás. A abandonar durante 128 páginas el ajetreado y caótico mundo actual, y volver al pueblo que nos vio nacer. A ese lugar situado en un recoveco casi mágico del recuerdo en el que la vida era más sencilla.
La historia de Ronson está inspirada en gran parte en las memorias del padre del autor. Anécdotas e historias de infancia y juventud que nos cuentan cómo era la vida en un pueblo cuyo nombre no se desvela, podría ser cualquiera, y lo que era nacer y crecer en un ambiente rural de la España de los años 60.
A lo largo de varios capítulos, la voz en off del protagonista irá recordando su niñez y adolescencia a través de su familia, su pueblo y habitantes y también sus costumbres e idiosincrasia. Un ejercicio de memoria selectiva que podría ser la historia de cualquier persona, la de toda una generación y un estilo de vida que ya prácticamente no existe. Y ese es el gran acierto y triunfo de Ronson: su universalidad.
Los capítulos que conforman los recuerdos de este niño, que en el momento de contarnos la historia ha dejado de serlo, irán recorriendo absolutamente todos los puntos acerca de la vida en el pueblo. Tendremos desde las inevitables anécdotas de crueldad infantil con los animales, pasando por travesuras que implican ver heces volando por los aires o escupitajos en pomos. También cómo jugaban y se divertían estos niños.
Por supuesto la entrada de la fantasía y la evasión también tendrán cabida, primero con la llegada de la televisión, después con su hermano mayor el cine y una película llamada Río Bravo. A su vez, el inevitable despertar de la sexualidad y el deseo en un mundo reprimido que no sabía cómo gestionar y dar salida a estas pulsiones. Escenas divertidas y muchas hasta cómicas, y otras más escabrosas e incluso terribles, a las que el autor se enfrenta y sabe resolver con sorprendente destreza y madurez.
Vivir en un pueblo como el de Ronson en esos años podía ser algo aburrido, y sus gentes ser brutas e incluso crueles. Pero también era un entorno sano y cálido en el que criarse, dónde todo el mundo conocía a todo el mundo, y los vecinos se preocupaban unos por otros. A día de hoy, en muchos casos ni siquiera sabemos qué aspecto tienen las personas que están viviendo al lado de nuestra puerta.
El estilo narrativo de Sebastián invita, al igual que su historia, a pararnos un momento y paladear y disfrutar de cada una de sus palabras, ya que el cuidado y la elaboración que el autor pone a su prosa es notable. Una rica y hermosa narración que puede parecer algo densa y extensa si echamos una mirada superficial al cómic, pero que si nos adentramos en este juego de recuerdos y nostalgia, y lo aderezamos que los de nuestra propia cosecha, llega a impactar y a emocionar. Y al final nos evidencia que nuestro medio, el del cómic, es tan grande y versátil que se pueden hacer una infinidad de ejercicios distintos utilizando sus recursos y sus técnicas.
En el apartado gráfico, César también evidencia un estilo claro y conciso. El artista (reconocido seguidor del trabajo de Charles Burns), expone una limpia y bonita línea clara, con dominio de la anatomía y un correcto estudio de la expresividad y la caracterización. Además, los escenarios que dibuja (esa calles, los muebles, el suelo) casi nos llevan a pensar en un trabajo de diseño, por la limpieza y la finura del estilo. Eso unido al impactante trabajo de color con el blanco, el negro y sobre todo el dorado, y a la peculiar edición marca de la casa con las páginas cortadas en picos, los cartones en crudo y la bien escogida portada, hacen que la obra impacte y llame la atención de manera inmediata.
La única conclusión posible a la que se puede llegar es que estamos ante un trabajo emocionante y diferente. Que deja poso. Una obra cargada de metáforas y significados para leer y releer una y otra vez. El debut de César Sebastián en el duro y complejo mercado del cómic actual es rotundo e importante, y tiene fuerza y calidad de sobra para destacar entre la enorme cantidad de títulos que llegan a las tiendas cada semana.
Un nombre que no es preciso que nos apuntemos, ya que nos vamos a cansar de verlo este 2023 en toda clase de listas, y al que le van a llover los premios y los reconocimientos. Vale la pena seguir su pista de cerca, ya que nos ha enseñado a desempolvar nuestros propias vivencias a través de las de toda una generación. A recordar el olor que tenía nuestra abuela y a pensar en las personas que nos aman y a las que amamos. Ellas son nuestra identidad. Lo que somos, fuimos y seremos.