El dibujante de origen suizo Enrico Marini lleva la friolera de más de tres décadas deleitándonos con la espectacularidad de su talento gráfico. Inicialmente lo hizo en su faceta como ilustrador de guiones ajenos, como ha sucedido en Gipsy, Rapaces, La Estrella del Desierto, o El Escorpión, pero desde hace ya unos cuantos también se atreve a escribir sus propias historias, como hemos visto en Las Águilas de Roma o en Batman Príncipe Oscuro.
Si como dibujante tiene un talento incontestable, que le ha llevado a ser uno de los autores más vendidos del circuito europeo, como guionista cumple con corrección, estableciendo un buen vehículo para el verdadero festín visual que busca el lector al acudir a sus trabajos. Establece historias esencialmente funcionales, que en Las Águilas de Roma sí que tienen algo más de enjundia, pero que tanto en Batman como en este Noir Burlesque, echa mano de los tópicos esperables para armar su exploración de un tema o género concreto. Habiendo explorado junto a guionistas como Dufaux o Smolderen la ciencia ficción distópica, las aventuras de capa y espada o el western, tiene todo el sentido que sus trabajos como autor completo se acerque a otros horizontes que le apetezca explorar. De ahí que en Las Águilas de Roma le notemos con hambre de peplun, en Batman de darle un tiento a los superhéroes y en Noir Burlesque deseoso de ofrecernos su visión del género negro más clásico.
No falta ninguno de los elementos imprescindibles en una buena historia de criminales: ni el héroe atormentado, ni la femme fatale, ni los mafiosos, ni los atracos. De todo esto echa mano Marini para que su protagonista, el atracador y arquetípico tipo duro Terry Cole, se vea envuelto en un conflicto con el señor del crimen que además se ha emparejado con su antigua novia, la sugerente stripper Caprice.
En este primer volumen de los dos que completarán la historia, la narración se toma su tiempo, sin anegar con prisas o textos excesivos unas páginas que no esconden su intención de ir deslumbrándonos con su belleza. En conjunto no suceden demasiadas cosas, y con una densidad mayor en la sucesión de los acontecimientos seguramente ni hubiese sido necesario dividirlo en dos, pero entonces nos perderíamos la verdadera gracia de este cómic, que no es otra que disfrutar de la faceta que en esta ocasión nos quiere mostrar el autor. Esa ausencia de prisas le permiten sumergirnos por completo en la ambientación de los años 50, en el espíritu del thriller que tan de moda en el cómic han puesto Brubaker y Phillips con trabajos como Criminal o Reckless.
Marini le aplica una mayor economía de líneas a su trazo, en favor del uso de unas acuarelas donde predominan los tonos grises, y cuyas únicas muestras de color son ocasionales tonos rojos en algunos personajes u objetos puntuales. Recuerda este recurso al Sin City de Frank Miller, que a buen seguro ha sido una de las inspiraciones que han influenciado a Marini. Se le notan también las tablas adquiridas tras tantos años al pie del tablero de dibujo, porque es capaz de abordar la materialización en viñetas de cualquier tipo de personajes y de entornos, y en este viaje por el pulp y el noir vuelve a ser tan certero como siempre. Con esa capacidad para transportarnos a escenarios tan concretos, no echamos verdaderamente en falta que la historia contase con un mayor grado de complejidad.
En su edición original por parte de Dargaud, el segundo volumen aparecerá a finales de año, así que por aquí podemos contar con que Norma nos lo traiga el año que viene, en un formato similar a la excelente edición de esta primera parte, que por tamaño y tipo de papel potencia sabiamente el impacto de unas páginas tan tremendas.
Si te encandiló la manera en que Marini te arrojó a las peleas de gladiadores romanos, te sorprendió con el incesto vampírico o te hizo partícipe de la desfachatez de los espadachines, no querrás perderte la ocasión de que te deje caer en las turbias calles teñidas de un gris tan elegante como el ala de un sombrero y tan plomizo como la ceniza de un tiroteo.