Un fantasma recorre…¿Europa? bueno no, más bien la noche de la gran ciudad ¿De cuál? de una bien grande, con muchos neones, mucha ponzoña, espíritus depravados, vício, soledad, mugre, callejones y tribus urbanas dispuestas a despellejarte tras la correspondiente orden del asalto. No hay luz, has bajado la guardia y has cometido el error de caminar solo. El fantasma acecha a oscuras, a través de las sombras. Lleva una chaqueta de cuero, una máscara de sadomasoquismo y un cuchillo bien afilado.
Yo les cuento esto e inmediatamente ustedes replican: “Ah bueno, pero algo así yo ya lo vi antes”. Entonces me toca a mi intentar desmantelar esta asunción ofreciéndoles algo más que esta simple entradilla relativamente estándar que sin duda no le hace justicia al lanzamiento que vamos a comentar amistosamente hoy aquí. En primer lugar porque estamos hablando de un autor complejo -lleno de paradojas y contradicciones- y en segundo lugar porque estamos tratando con una de las historias más interesantes de dicho autor y llena de decodificaciones con las que jugar.
Vayan conectando con la mecánica de “Night Business”, lo nuevo de Benjamin Marra editado por Autsaider Cómics.
Lo primero será situar (o intentarlo) al autor en su contexto adecuado: Marra es un creador de origen canadiense que estudió arte en Nueva York de la mano de profesores como David Sandlin o David Mazzucchelli, que no sentía – en un principio – ninguna inclinación por ser autor de cómics y terminó autoeditando sus propios tebeos con su sello (Traditional Comics), que se siente cómodo en eso del underground y tiene una colaboración con Grant Morrison para la revista Heavy Metal, que juega a no tomarse demasiado en serio a si mismo (sus fotos promocionales dan buena cuenta de ello) y sin embargo realiza espectaculares ilustraciones por encargo para carteles, discos y mixtapes de grupos musicales. Sí, el tipo sabe bien lo que se hace y sin duda, tiene un enorme futuro por delante como artista. En este momento, el hombre que decidió poner el cómic en el lugar en el que estuvo antes de ser un elemento de culto y colección (en el pulp de consumo rápido y barato), ha pasado a ser una figura de culto cada vez más mayoritario en el campo del dibujo y la ilustración.
Por todos estos detalles acumulados, propongo decidir que Benjamin Marra es un artista consciente: No es alguien que venga a darnos gato por liebre o que quiera hacer pasar sus dislates por una nueva vanguardia, ni pueda evitar la responsabilidad de sus errores visuales esquivándolos con buenas cifras de venta. Benjamin Marra no es Rob Liefeld.
Quiero decir con esto que el canadiense sabe hacer las cosas bien y para él, hacerlas “mal” es una elección directa y consecuente. Su arte es una opción, no una salida mediocre.
Esto es importante aclararlo porque Marra siempre correrá el riesgo de ser encasillado en el gamberrismo visual del pulp sangriento, en el punk feista de las limitaciones artísticas y sin embargo, nada más alejado de la realidad. Es frustrante acudir una y otra vez a sucesivas revisiones de su obra y verlo reducido textualmente a sangre y vísceras. A todo el mundo parecen faltarle las claves. Los verdaderos secretos. Ubicándolo en términos italianos, podríamos decir que Marra reniega de Miguel Ángel y ama al Giotto porque según él mismo “Beauty is common. Beauty is the lowest common denominator. Everyone can appreciate beauty. What’s the challenge in that?”, lo que quiere decir que la búsqueda de la belleza y la armonía nunca han sido parte de sus retos artísticos.
No, Benjamin Marra no es Miguel Ángel. Es el Giotto y esto hemos tardado años en comprenderlo (yo al menos, aunque lo cierto es que al ver las reducidas manitas fuera de escala de sus personajes siempre sentía estar en un déjà vu). Su arte camina por el siglo trece y por eso se hace ausente de armonía, de proporciones físicas correctas, de perspectivas eficaces. Y ahora si prueban a buscar en Google imágenes de la obra del artista florentino les explotará el cerebro. Hay una línea directa que los conecta a ambos y aquí anida uno de los secretos más importantes de Marra, la clave principal para interpretar su trabajo. Y ahora si les digo que el canadiense estuvo un tiempo estudiando arte y dibujo en Florencia antes de graduarse en la School for Visual Arts (SVA) de New York verán como la pista cobra sentido. Lo hemos encontrado.
Pero sería pobre situarlo solo así: en Marra puede tener la misma importancia el siglo trece que toda la cultura pop de las últimas décadas del siglo pasado. El cine de acción. El Giallo. Los slashers cutres de escaso presupuesto y los héroes hipermusculados. Todo eso entra en la batidora mental del autor nacido en Halifax y sale una síntesis muy personal. De esos ensambles que solo tendrían sentido en su cabeza, tal vez Night Business sea -hasta el momento- su expresión más completa. Es Benjamin Marra en toda su plenitud disparándonos al pecho con la misma tensión con la que Mac, el personaje interpretado por el inquietante Bill Duke, lanzaba la ametralladora contra el Predator en mitad de la jungla.
Ustedes deciden: ¿Lo evitan o lo afrontan?
Si deciden hacerle frente, situense: Es 1983 y nos adentramos en la noche más oscura…Johnny Timothy y Steve Antonio son dos soldados de la mafia que dirigen un honesto negocio de management de artistas para clubs nocturnos de striptease, chicas solitarias con sueños por cumplir que bailan desnudas en sitios bizarros para poder sobrevivir en un mundo relativamente estable hasta que empiezan a ocurrir sucesos extraños y aparentemente desconectados: un asesino anda suelto y mata a mujeres que caminan solitarias por la noche como hace años le ocurrió a la entonces novia de Steve, una desgarradora perdida que perturba su sueño una y otra vez como pesadilla recurrente y que presenta el mismo patrón. Steve no puede conciliar el sueño.
Alertados, empiezan a investigar y algo turbio parece suceder cuando todas las personas que les rodean y en las que confían les invitan a no investigar y dejar pasar los hechos…pero Johnny no puede elegir cuando una bailarina es atacada en plena calle y él, siendo testigo, intenta salvarla atacando directamente al apuñalador: se produce el primer encuentro entre las figuras antagonistas de esta historia que al final no lo serán realmente: será la propia bailarina Chastity la que se enfrente finalmente al apuñalador y se descubrirá que realmente el asesino no es precisamente un lobo solitario: tras las apariencias se encuentra una organización secreta que rinde culto a una venganza legendaria entre dioses ya desaparecidos, correctamente asignados a géneros, de tal manera que la tensión central la ocupa una lucha entre masculinidad dominante y feminidad emancipatoria, entre hombre y mujer, entre un dios rencoroso y una diosa benévola que luchan entre sí entre viejos almacenes del puerto y pasadizos secretos que llevan a lugares de rituales espeluznantes.
Pero no hay equidistancia aquí, porque no hay, literalmente, un combate igualado ni tampoco una necesidad compartida de aniquilación, todo lo contrario: hay un agresor y una agredida, una cultura que se resiste a desaparecer y otra que necesita avanzar. Algo oscuro, enfermo que vive obsesionado con recuperar su promontorio de poder perdido y expulsar – rencor mediante – a la entidad que ocupó su lugar. Hay una oscura y tóxica masculinidad empeñada en hacerle a la diosa algo peor que lo que los romanos le hicieron a Boudica en su momento.
Recuerden que estamos en la sucia noche de la gran ciudad y en este universo no existe Batman ni Daredevil que puedan ayudar a detener a los culpables: solo Johnny se atreve a hacer frente a los acontecimientos desencadenados y que darán lugar a transformaciones muy importantes en su entorno directo. En los arcos complementarios al asunto principal, Steve se transformará, el tío Enzo desvelará oscuros secretos y sacrificios rituales se llevarán por delante a potenciales aliados que podrían ayudar en la solución…todo el mundo está lleno de mierda aquí y hasta el que menos importancia tiene como antagonista recibe su debido correctivo: Donnie el Chulo, elegiste un mal día para tus maquinaciones.
Pero sería bastante arriesgado asumir Night Business como una narración de emancipación femenina, ya que todo resulta dificil de decodificar: la obra de Marra está debidamente enmarañada con el cine de acción explosiva de los 80 y hace relato a partir del esquema clásico del subgénero slasher, del que toma elementos fundamentales – la presencia de un acuchillador es un eje central – y sobre el que se toma ciertas licencias: aquí las inocentes y virginales adolescentes habituales del estilo son sustituidas por bailarinas de strep-tease con algo más de calle, experiencias y algún que otro vínculo particular con personajes oscuros de muy mal vivir.
Tampoco sería justo quedarse solo en la superficie de Night Business: hablar de su estética ochentera, de sus personajes esterotipados, de sus diálogos propios de una película imposible que jamás se hizo cruzando a Chuck Norris y Charles Bronson (lo que deja como factor común una herencia clara de la Cannon Films más majareta). Pierden el foco quienes intentan vincular a Tarantino con Marra a través del gusto común por la casquería y la violencia desatada…el verdadero vector es el que viene de la parte artística de la Cannon a través de los guiones desquiciados de la asociación Golan-Globus. Sería inevitable asociar a Chastity, personaje principal del nuevo lanzamiento de Marra, a la Christie protagonista de “Ninja III: La dominación”, que ni era la tercera parte de nada, ni era específicamente una película de Ninjas. Allí la protagonista interpretada por Lucinda Dickey impartía justicia gracias al espíritu de un ninja que se introducía en su cuerpo mientras reparaba postes telefónicos y daba clases de baile. Bailarinas convertidas en mujeres vengadoras: Chastity convertida en la motorista justiciera de Benjamin Marra, como una Modesty Blaise pasada de rosca. La comparación es obligada.
Así que pueden jugar a entretenerse con lo nuevo del canadiense: para decodificar y encontrar pistas es un trabajo excitante, pero para el pleno disfrute de una historia entretenida es una buena apuesta. Sepan antes que el Marra tardó unos diez años en completarlo desde el primer lanzamiento del capítulo original en formato grapa y que debido a su escaso interés por mantener la coherencia visual y su motivación por jugar con su estilo y sus formas, es probable que lo encuentren cambiante capítulo a capítulo o incluso página a página. Para Marra, lo que más importa es siempre la historia.
Así es como Marra, autor enajenado, dios del color fuerte, heredero del Jack Kirby más lisérgico (el de Lord of Light, esos diseños usados para la falsa película que pretenden rodar en “Argo”) y justiciero del pulp, sigue su camino como autor mientra nos deja malheridos tras cerrar la última página de su Nigth Business y nos quedamos con la satisfacción de esa justicia reparadora que anhelamos y que solo ciertos productos de evasión pueden darnos: que el malo siempre pague, que el bien siempre triunfe.
No nos importa específicamente si las reparaciones vienen en forma de hostias a dos manos repartidas por Bud Spencer y Terence Hill o de viñetas salvajes de un cómic urbano. Solo queremos que los malos paguen y que la clásica amenaza velada que siempre se produce al final nos empuje a volver a preocuparnos por el futuro.
Benjamin Marra se va y nosotros nos quedamos con la última pregunta importante tras pasar la página final de Night Business…
¿Cuánto estaríamos dispuestos a dar por disfrutar de Night Business a todo color?