Suspense, terror, onirismo, ciencia ficción, ocultismo, simbología multiteísta ¿Algo más que añadir, Sr. Morrison? Venga, vamos a fingir que la hemos entendido.
Eres consciente de quién es Grant Morrison, has escuchado varias críticas acerca de lo compleja que es su obra en general y ésta en particular, pero en el fondo, en ese pequeño espacio dentro de ti donde habita ese ego tuyo, piensas: Seguro que yo soy capaz de entenderlo todo, o al menos, algo más que los demás, y comienzas la lectura con un énfasis especial, invirtiendo tiempo y concentrándote en cada viñeta, cada frase la lees con esforzada atención, te fijas en las expresiones de los personajes y en los fondos para que no se te escape hasta el más mínimo detalle, hasta que desbordado, asumes que va a ser una tarea imposible, entonces pasas a la segunda página y aceptas que al finalizar, te sentirás bastante satisfecho contigo mismo si logras quedarte con buen sabor de boca y entender lo suficiente como para si alguien te pregunta, saber que decir sin parecer idiota.
Si el lector quiere aumentar sus opciones de comprender la obra puede estudiar algo sobre masonería, numerología, el tarot , familiarizarse con el idioma enoquiano y los estudios del químico orgánico italiano Corrado Malanga, leer en abundancia a H.P. Lovecraft, la divina comedia de Dante, el paraíso perdido de John Milton, conocer los escritos de Helena Blavatsky, haber leído algunos pasajes de la biblia, a Aleister Crowley, la cábala judía, el libro tibetano de los muertos, estar versado en el budismo y su filosofía de la reencarnación, la rueda del samsara, mitología polinésica, maya y sumeria, subscribirse a Netflix y ver el programa Alienígenas ancestrales, u olvidarse de todo esto y consumir ácido lisérgico, peyote o similares durante la lectura. El resultado podría ser el mismo.
La segunda fase es desprenderte de cualquier presión y continuar leyendo con la esperanza de que poco a poco se irán despejando las dudas y aclarando los hechos, porque suponemos erróneamente que el autor quiere que el lector comprenda su obra para alabarla, pero ese es solo nuestro enésimo error. El bueno de Grant solo quiere soltar lo que sabe, lo que imagina o lo que le sale de los huevos para acercar al lector a su particular habitación blanca acolchada.
¿La historia? Quizás sea lo de menos. En serio. El lector tiene todos los elementos para sentarse y disfrutar viendo como todas las partes interactúan entre sí esperando que tengan sentido. El gran meteorito alienígena, la misión espacial, las posesiones demoníacas, todo encapsulado por momentos dentro de un thriller fantástico color sangre. Tenemos alienígenas, horror cósmico, no se ha escatimado en salpicar muchas páginas de buen gore, al mismísimo Yahvé en sustitución del demonio Pazuzu en plan El exorcista poseyendo humanos por doquier, cataclismos y hasta elocuente y macabro humor cuando el protagonista dice que están lloviendo hombres (no puedes evitar que suene la canción en tu cabeza ¿Cómo no te va a gustar?
Evidentemente ayuda por decirlo de alguna manera «estar en la misma onda» que el autor, es decir, no poner límites a la mente, estar abierto a teorías más allá de lo empírico u oficialista, porque lo que le vas a meter dentro juega en otro campo, en el de una imaginación desbordante, por ser condescendiente.
Dentro de una trama poco original (un equipo de expertos se embarca en una misión espacial para detener a un asteroide que va camino de colisionar con la tierra) se esconde tal cantidad de elementos singulares que atrapan la atención del espectador, quiera o no. La misión espacial tiene más de espiritual, onírico y metafísico que puramente científico. Pronto se desvela la extraña naturaleza del asteroide y sus reverberaciones místicas de un pasado remoto.
El dibujo corre a cargo de Chris Burnham, en un estilo muy realista, con una carga de detalle que te atrae la observación, te deleita y te incomoda por lo explícito y te obliga a la pausa. Es un estilo muy visceral y un acabado profundo que muestra a la perfección lo perturbador y grotesco de cada acto, como no podía ser de otra forma, algo más cartoon con esa temática no tendría el mismo impacto en el lector. Con un color de Nathan Fairbairn que es el complemento perfecto a la narrativa, haciéndola mucho más inmersiva y una composición de páginas que parece haber sido creada para que la historia penetre directamente en el subconsciente.
Sobre todo, el lector tiene que ir prevenido, saber lo que tiene entre las manos. No es una lectura convencional de Superhéroes al estilo clásico. Le va a exigir la máxima de sus capacidades y aun así, es casi seguro que le satisfaga gratamente de alguna manera, pues sobrepasa con mucho la media en cuanto a calidad a la mayoría de obras de este estilo u otros. Algo tiene el señor Morrison que engancha casi todo lo que crea, igual de bueno que lo que se tiene que tomar él habitualmente a la hora de escribir estos guiones.
Si consigues leer desde una perspectiva alejada a la raíz, la historia fluye dinámica como en una película, cada viñeta te transporta hacia la siguiente, absorbiendo todo ese misticismo, terror, aflicción y angustia de los personajes sin que te des cuenta. Es cierto que uno puede perderse entre tantas metáforas y referencias al cine (2001, Horizonte final, Hellraiser, Prometheus), por eso quizás y solo quizás, la obra funciona mejor si se lee de una manera más liviana en cuanto a espíritu. No se trata de pasar por la superficie, sino, y citando al señor Christopher Nolan: No trates de entenderla, siéntela.