Los hijos de Jápeto llega a los estantes en medio de la ya habitual marabunta de novedades editoriales que como lectores se nos hace cada vez más inabarcable. Dentro de esta tormenta de lanzamientos, perderse varios de los títulos semanales es lo normal y vale la pena señalar aquellos tebeos que destacan o aportan algo distinto dentro del panorama general, siendo esta la brecha donde se suelen encontrar las obras de Tengu Ediciones y en esta ocasión, siendo un cómic de producción nacional.
La historia transcurre tras un primer contacto extraterrestre, cuando cuatro humanos han sido seleccionados para acompañar a los alienígenas a su hogar, Jápeto, una de las lunas de Saturno. De entre estos elegidos destacan Osiel y Enora, que ostentan el protagonismo de la obra. En uno de sus paseos rutinarios por la nave, descubren que los distintos cuartos y compartimentos de la misma mutan y cambian sus formas a voluntad, encontrando así una habitación que no sabían que existía hasta ese mismo momento. Una vez Enora y Osiel entran en este nuevo habitáculo, se encuentran con que los alienígenas les han engañado; no son los únicos humanos a bordo.
A botepronto y por los derroteros que va el cómic, parece que el guion de Raúl Balen nos va a llevar por un camino de investigación, de traición y de abordaje de esta tesitura. Pero, no. Durante el tebeo, nadie sabe qué está pasando realmente. Los cuatro seleccionados son poco más que unos títeres aleatorios que han acabado por fortuna envueltos en una aventura que podría no pertenecerles.
Raúl Balen establece un argumento sólido, que puede patinar en el tratamiento de sus diálogos al ser algo escuetos. Al haber tanto personaje y existir un intento de explicar qué es cada cosa en cada momento, se pierden muchas líneas de texto en exponer y no en diseñar el carácter de cualquier personaje que no sea Enora u Osiel, que ni siquiera parece que tengan una personalidad sólida, pero sí la suficiente para entender que son a quienes vamos a seguir. Los demás personajes funcionan como un vehículo para el lector, que nos llevan dando tumbos por la nave, distrayéndonos en detalles visuales o en preguntas que el propio Balen nos lanza sin esperar que respondamos. El argumento, pasado el primer giro argumental, se enturbia y se enreda, provocando que la lectura se haga algo pesada.
En una magnífica decisión artística, Raúl eligió a Álex C. Santana como dibujante de este guion y el despliegue gráfico invita a que la lectura sea más rápida y amena, aunque la versatilidad de Santana y el mimo por la técnica, de lo que se hablará más tarde, también influye a la hora de continuar con el tebeo y no dejarlo hasta que se termina. Ya imbuidos de ciencia ficción y colores riquísimos, el tebeo concluye de una forma genial, no solo en forma como en fondo, dándole a esos impases en los que el ritmo embarra un empaque que eleva el texto más allá de lo que se podría haber pensado en un primer momento. La conclusión y ciertos detalles de genialidad argumental dotan a Los hijos de Jápeto de un final remarcable.
Balen desarrolla un guion muy valiente y atrevido para esta industria del cómic anquilosada y decadente, que solo ve el éxito en la importación de títulos, algunos de ellos que rechazaron como producción nacional en su momento y han visto su lugar en estanterías extranjeras. Desarrollar y, sobre todo, colocar un proyecto tan arriesgado como este es de admirar y, si encima, el resultado es una ciencia ficción de esta precisión, aún más.
Mientras Raúl nos avasalla con su narrativa y nosotros intentamos comprender qué está pasando y porqué nos debería importar, hay algo que atrapa desde el primer momento; su estética. Quizás no consigamos entrar en el estilo feísta y expresionista que desarrolla Santana, pero los colores aportan esa atmósfera de irrealidad tan llamativa que invita a quedarse, rodeando a los personajes de un clima extravagante en todo momento. Una vez nos hemos adaptado al tono general de la obra, llegan esos extractos narrativos que embarran el ritmo y, donde el guion palidece, Santana se hace grande. Las incursiones de tintas, texturas y roturas de método aparecen para demostrar la variedad técnica que domina el dibujante de la obra. En ciertos momentos, recuerda a esas escenas rocambolescas y tremendamente divertidas de ‘Todo a la vez en todas partes’, película ganadora de diez Oscars en 2023. Es increíble cómo en apenas ciento veinte páginas, el dibujante demuestra un dominio apabullante del entintado, del uso de los lápices y sombreados o del collage. Para cuando llega el colapso argumental en el que todo explota y, al mismo tiempo, todo tiene sentido, no esperamos que Alejandro pueda sorprendernos de nuevo, pero lo hace. Páginas totalmente blancas, viñetas que encogen y ocupan un tercio de lo que deberían ocupar y unos gatos que saltan por fotos hipertrofiadas y corruptas en tamaño del estudio del propio Alejandro acompañan al argumento en sus últimos compases.
Si el guion de Balen era atrevido, la decisión de contar con Santana para este proyecto es interesantísima y liberadora. Un portento artístico, quizá no en forma o norma clásica, pero sí en ideas y en estilo. Un alud de inquietudes estilísticas que se desenvuelven gracias a un guion juguetón y profundo al mismo tiempo. Vemos el colapso del tiempo en el envoltorio de un perrito caliente ¡Un perrito caliente, maldita sea! Es pronto para decir que Santana es un virtuoso, pues cargarle con esta presión sobre los hombros sería injusto al ser esta su primera obra con una editorial de primera fila. Que haya sido así de atrevido y de valiente en su (casi) debut, es esperanzador para el panorama del cómic nacional y muy ilusionante para autores emergentes.
Los hijos de Jápeto explota las expectativas del lector para darle mucho más de lo que esperaba; una obra profundamente interesante, que va más allá de una ciencia ficción de puro entretenimiento rápido y un apartado visual que arrolla con todo lo que se encuentra en estanterías de forma ordinaria. Recordemos que, sí, hay otros autores que pueden permitirse licencias, ser traviesos y jugar con los estilos, pero son artistas con nombre y peso en la industria, aquí hablamos de un dibujante que apenas acaba de llegar. La decisión editorial de publicar un cómic como este, demuestra que Tengu se encuentra a la vanguardia de la industria del tebeo nacional.