Entre 2013 y 2015 nos llegaba Innocent, un trabajo de Shin’ichi Sakamoto sobre el famoso Ángel de la muerte de Paris, en una historia de revolución, amor, muerte y belleza.
Desde el comienzo, y nada más abrir sus primeras páginas, ya estás contemplando una ventana abierta a otra época, un siglo distinto. Obra inmersiva que de inmediato, te emborracha de toda esa opulencia, banalidades y ostentación del que presumían los nobles del siglo XVIII en Francia.
En el corazón de ese derroche de vanidad y falta de empatía ante la pobreza reinante en las calles, se gestó a fuego lento la Revolución Francesa, alimentada por la razón, el pensamiento crítico y la justicia social. La traslación de ese movimiento a los regímenes autoritarios y absolutistas como la monarquía regente, desembocó en una era diferente, una era nacida de la desigualdad y la injusticia, del abismo entre ricos y pobres, quizás la era más convulsa, radical y extraordinaria de todas en la historia de Francia, y que a su vez, consiguió extenderse por toda Europa, la era de la Ilustración.
La historia narra los últimos coletazos de la monarquía absoluta de la Francia del siglo XVIII. Donde el rey es igual al padre de todos, se le equipara al mismo Dios, es intocable, inviolable. Todo desde el punto de vista del verdugo oficial del Rey, el cuarto cabeza de familia del clan Sanson, Charles Sanson, un joven de catorce años que hereda ese cargo, al sufrir su padre, una embolia. Pero este verdugo, no es como podríamos imaginar, frío, insensible y que acepta el cargo a buena gana, sino todo lo contrario. Charles, es un adolescente altamente sensible que nunca se ha sentido bien con el oficio que su familia ha ostentado durante años y que ha ido pasando de generación en generación.
Torturado por su abuela y su padre en el brodequin, una cruel silla de torturas para endurecer el espíritu desde bien pequeño, Charles, sufre un episodio traumático que centrifuga sus valores y pone en orden sus sentimientos hasta tal punto que decide aceptar el cargo de «Ángel de la muerte» de París con un objetivo muy claro y contradictorio: Eliminar la pena de muerte en Francia.
Como ángel exterminador, cada cargo mortal que se ve obligado a aceptar, le supone a él mismo, una tortura para su alma. Degollar, ahorcar, quemar en la pira, mutilar, abrasar la carne del condenado con azufre hirviendo, arrancarle la piel con grandes tenazas al rojo vivo, desmembrarle…Charles sufre casi como ellos, se obliga a ello por un fin mayor.
Aún si cabe, hace el relato más interesante, los apéndices finales de algunos tomos, donde se narra la verdadera vida de la familia Sanson, y en especial, la de Charles Sanson, el cuarto cabeza de familia, con datos verídicos donde se aprecia el rigor histórico de esta peculiar familia, que compaginaban las paradójicamente contradictorias labores de ajusticiadores y sanadores, pues aceptaban a enfermos en sus aposentos y les trataban de sus dolencias como consuelo para sus conciencias.
Además, se adjuntan pequeñas imágenes con los enclaves más importantes que tuvieron lugar en ese periodo de la historia, como la Plaza Luis XV (Plaza de la Concordia), la Plaza de Greve (La plaza de las ejecuciones) y la Iglesia de Saint-Laurent, la preferida de los Sanson.
Hay un hecho determinante dentro de los Sanson y en la historia de este periodo justo antes de la gran Revolución Francesa, y es que mientras Charles dedicaba sus esfuerzos y ponía su espíritu en dar muerte de la manera más compasiva de la cual era capaz, con el fin mayor de conseguir que en un futuro cercano, sus compatriotas los franceses desecharan la pena de muerte y erradicarla del mundo entero, en el seno de su propia familia, crecía una pequeña niña, a la cual, Charles profería todo su amor, con unos talentos natos para dar muerte sin que su conciencia sufriera por ello. Una niña que disfrutaba seccionando pequeños animales y que sus ansias por el conocimiento de las diferentes formas de asesinar, parecía no tener límite, atreviéndose incluso a subir por su propia voluntad al cadalso (altar de ejecución, prohibido a mujeres y niños) para ayudar a su hermano en el proceso de desmembramiento a un sentenciado a muerte.
Esta es la historia de una revolución vista con los ojos del mismísimo Monsieur de París, un ángel de la muerte que asesinó a más de tres mil condenados y que fue protagonista y en parte, hacedor de la gran Revolución Francesa.
Y dentro de esta germinación de lo que será una catarsis social, en los núcleos de las grandes familias aristocráticas francesas, se planifican traiciones, se elaboran maliciosos planes para derrocar y asesinar a familiares con aspiraciones a ocupar puestos de mayor relevancia. La corrupción interna está tan enraizada como las propias venas, ello propicia el avance, aún más rápido si cabe, de la gran Revolución.
El desarrollo de los personajes principales, los hermanos Sanson, es algo que influirá de forma germinal en el devenir de la historia y en el nacimiento de la Revolución. Mientras Charles, el hermano mayor, a medida que crece y madura, deja dormir sus ideales de una Francia sin pena de muerte, y adquiere los hábitos de tortura que sufrió cuando era niño y los perpetra contra su propio hijo, su hermana pequeña, Marie, marcada a fuego por su abuela y renegando de un destino impuesto con la ley de la sangre, se revela contra sí misma, su familia, el estado y contra Dios mismo.
Entre ellos también eclosionara una guerra, una colisión entre el pasado, que resurge con la sombra del padre manejando emocionalmente como una títere a Charles y un futuro ardiente que anhela el corazón devastado de Marie, que transgrede todas las normas establecidas, leyes y prejuicios sexuales y sociales.
A veces, te pierdes en la complejidad y grandísimo número de detalles que componen las ilustraciones de las viñetas, que gritan a los cuatro vientos por una edición a mayor tamaño. Muchas de esas viñetas casi se podrían colgar de las paredes del Louvre. Posiblemente, uno de los mangas con mejor arte de la última década. Unas ilustraciones que están continuamente salpicadas de melancolía y excesos arropados por los siete pecados capitales. Tanto los rostros como las anatomías de los personajes, parecen estar dibujados basados en las esculturas de dioses romanos y mitos griegos. Expresan con gran eficiencia la ternura, la tristeza y la crueldad.
El artista es capaz de mostrar crueles escenas de violencia o sexo con una sencillez y naturalidad que resultan asfixiantes. Muchas veces, recurre a ingeniosas metáforas artísticas con un resultado muy eficiente. Posee una narrativa visual que te estremece y conmueve al plasmar de una forma tan real las torturas tanto físicas como psicológicas a las que se ven sometidos los personajes. Pocas veces se nos muestra un fragmento de la historia de una forma tan visceral y clara, que es prácticamente como ser un turista del tiempo que pasea por las calles de París, visita el Palacio de Versalles, sus jardines, la Catedral de Notre Dame o se conmueve sintiendo las desgracias de la gente del Arrabal, su tiritar por el frío, su hambre o el sufrimiento de ver a sus hijos enfermos por el escorbuto.
La cantidad de capas y la calidad del arte de este manga es tal, que llega a pincelar dentro de toda la pomposidad con la que decora las imágenes, con gotas sublimes y estéticas de romanticismo y terror gótico. El final de la historia es bien sabido por todo aquel que haya estudiado algo de historia, sin embargo, está particular visión, con un gran trabajo de documentación sobre los escritos del historiador Masakatsu Adachi , nos proporciona un punto de vista diferente, original, que hace que revisionar este fragmento histórico, nos siga permitiendo ampliar la paleta de colores que conforma nuestra visión del mundo.