Laura Pérez nos ofrece con su obra Espanto (Astiberri, 2022) un paso más en su sanísima tradición de investigar gráficamente las emociones de la cotidianeidad y darles su espacio en el imaginario. A través de un estilo propio, a caballo entre lo hermoso y lo perturbador, crea imágenes que comunican, bien porque la propia autora facilita ese diálogo con dibujos salpicados de sucintas palabras o frases, o bien porque estimula en quien las ve la propia reflexión.
A través de dicha lectura de imágenes realizamos un trabajo introspectivo en el que evocamos nuestros propios temores e inseguridades, en definitiva, nuestra parte oscura de la que tanto rehuimos en ocasiones. Y eso supone un doble mérito para los lectores/as, ya que no todos están dispuestos a adentrarse en su propia oscuridad y a querer convivir con ella. Es cierto que toda la carga de Espanto recae en la parte gráfica, pues apenas hay texto, pero lo poco que hay escrito por la historietista valenciana deja huella de una manera muy profunda.
La manera de entender las imágenes en la obra es exquisita, como ya nos tiene acostumbrados. Están realizadas con la delicadeza y sensibilidad habituales que caracterizan a la autora y suponen una composición completa, aunque en algunas páginas solo aparezca una imagen o una parte de esta. Se trata de dibujos inquietantes y sugerentes, llenos de contenido, a partir de los cuales la artista crea narrativas efímeras. Este trabajo, que vio la luz el 25 de agosto, sigue la estela de Ocultos (Astiberri, 2019) o Tótem (Astiberri, 2021) en la medida en que sigue indagando en la creación de pequeñas historias individuales donde nos permite conectar y profundizar con nuestro propio mundo. Gracias a que Laura no tiene miedo a asomarse a esa oscuridad de la que hablábamos antes y se adentra en ella, ilumina lo tenebroso que pueden tener algunas emociones para facilitarnos el tránsito hacia reflexiones vitales con un te acompaño, para que dejemos de verlas como un tabú. Siguiendo esta línea, la autora pisa a fondo el acelerador a la hora apostar por encumbrar aspectos como la sensibilidad o la fragilidad y eso conlleva mostrar personas abatidas, apesadumbradas o deprimidas.
Dentro del repertorio de imágenes es una constante observar a los personajes con elementos que les cubren la mirada (hojas, nubes…), quizás para dejar de ver lo espantosa que es la realidad, quizás para quitarse el sesgo que supone juzgar las cosas según la cultura en la que han sido educados. O, a lo mejor, porque no ver les permite ver con más claridad. En este absurdo en el que a veces se tiene la sensación de que la imagen no tiene sentido, es cuando se lo tienes que dar tú y participar conscientemente de la obra.
Destaca que estamos ante un trabajo realizado en blanco y negro y no a color como los precedentes. Ello encumbra el potencial de la línea negra al que otorga toda la fuerza de lo simbólico para construir sus historias. Así, narra desde la oscuridad, desde la ausencia de color, valiéndose del contraste con el blanco y la escala de grises para llenar espacios, crear formas y realidades donde caer atrapados guiados por el atractivo de la línea. Trabajar en blanco y negro, reconoce la propia autora, le ha servido para descansar. De hecho, Espanto surge de una colección de dibujos que empezó a abocetar cuando trabajaba en Ocultos, los cuales le valían para relajarse, para dibujar por dibujar, sin ninguna finalidad ni guion. El haberse fraguado todo ese material mientras trabajaba en la otra obra es lo que ha provocado su rápida irrupción en el mercado, muy seguida de Tótem.
Ni el guion es espantoso, ni tampoco las deliciosas imágenes – poéticas en muchas ocasiones-, ni, desde luego, la edición. Estamos ante una encuadernación en tapa dura, con portada de cartón gofrado y con papel que da gusto acariciar, de gramaje suficiente para sostener el peso de las ilustraciones.
Entonces… ¿Por qué Espanto? Según ha relatado la propia Laura, poco tiene que ver con la connotación negativa que se asocia a ese término, sino más bien se trata de uno impactante, como la mayoría de palabras únicas, que causa eco en quien la escucha y por su vinculación con el espanto que a veces nos supone mirar, mirar más allá, plantearnos cosas de las que tratamos de huir.
A veces, nos espantan situaciones o emociones que, no obstante, son la manera natural de estar, de sentirnos, de vivir.
Concluir señalando que se trata de un libro de pocas palabras, pero de muchas imágenes y de infinitas complicidades e interpretaciones. Pese a esas pocas palabras, mucho y muy bien se puede hablar de esta obra, la cual no concluye con la ilustración final, ya que sitúa al lector/a en la privilegiada posición de imaginar qué le sucede a este personaje o qué le ronda por la cabeza a ese otro, lo cual hace que no se desvanezcan con tanta facilidad las imágenes, alargándose la vida de Espanto. No solo se trata de un libro que no se agota con la última página, sino que te brinda la oportunidad de dedicarle todo el tiempo que quieras a mirarlo, a disfrutarlo y a pensarlo, siempre que no te espante mirar.