Hay tantos de nuestros autores patrios que han tenido que virar hacia el mercado americano o franco-belga, que hay que contemplar como si fuese un milagro el caso de aquellos como Paco Roca o Enrique Vegas, que han conseguido posicionarse con éxito en la producción de cómics sin la intermediación de otro país donde publicar previamente. No es una cuestión tanto de talento neto, sino de contar además con la suerte y la oportunidad para sintonizar tanto con el público como para labrarse un nombre que arrastre a un grupo fiel de seguidores, y que cree expectación ante cada nuevo lanzamiento.
Isaac Sánchez, anteriormente conocido como Loulogio en sus tiempos de comedia y audiovisual, ha sabido abrirse paso entre la difícil situación de la creación propia en el mercado del cómic español. Sin duda, su anterior ocupación ha impulsado la constitución de una base lectora potencial que el acompañe en su viaje por el Noveno Arte, pero si sus tebeos no fuesen buenos de poco iba a servirle su popularidad para mantener en el tiempo una carrera provechosa y extendida en el tiempo en este campo, algo que queda patente con el buen recibimiento del ciclo de Taxus y con El Don.
Si en esos trabajos empapaba la historia en mitología cántabra o en tintes superheroicos, en Baños Pleamar nos ofrece de la mano de la editorial Dolmen un enfoque totalmente distinto, libre de elementos puramente fantásticos, más allá del propio y fundamental recurso narrativo de contarnos sus recuerdos pasados por el prisma de la mirada de un niño. Porque en efecto, en su paso de la ficción fantástica al planteamiento realista, Isaac ha optado por la valentía al situar el foco en su propio pasado, y contarnos las alegrías y las penas de su más tierna juventud en la Badalona de finales de la década de los 80.
Las relaciones familiares y el entorno costero de la playa donde se ubica el local que da título a la obra, forman el hilo conductor de la sucesión de recuerdos que nos va presentando el autor, más con la intención de apelar a nuestra capacidad para emocionarnos que con la idea de configurar un relato perfectamente estructurado de su biografía. Es especialmente importante la relación con su padre, porque marca los pasajes más emocionantes, con la ayuda del costumbrismo y la memoria colectiva de un tipo de niñez más inocente y callejera. Es la veracidad de estas vivencias la que impulsa lo que nos está contando. Produce un efecto similar al que ha logrado Paco Roca con La Casa o Regreso al Edén, obras que nos hacen partícipes de situaciones y de referentes históricos y sociales con los que podemos sentirnos identificados, y que nos suben a un carrusel de sentimientos agridulces, que lo mismo nos hacen esbozar la sonrisa más nostálgica que arrojar la lagrimilla más cómplice.
Tal vez esa falta de un rigor más tradicional en la narrativa sea el punto más cuestionable, pero es el tipo de cuestión que depende más del juicio subjetivo de cada lector, porque no sería justo desde la crítica objetiva ser categórico ante una evidente elección estilística consciente por parte de Isaac.
Donde no hay duda sobre lo acertado del cambio es en la adaptación del dibujo, la otra pata que sujeta la labor de Isaac como autor completo. Se muestra más experimental y con otro tipo de enfoque muy adecuado para remarcar la sensación de inmersión en un mar de recuerdos que también adolecen de la metamorfosis a los que les somete el paso del tiempo. Va modificando su estilo según la necesidad del momento, hasta completar este tapiz al que sospechamos también ha añadido elementos no tan autobiográficos para redondear el asunto. Mención especial se merecen esas acuarelas que nos transmiten la ilusión de encontrarnos bajo la luz de la costa del Mediterráneo, y que tanto tienen a la vez de mecanismo onírico.
Todo ello se incorpora al continuo aprendizaje de un autor con un gran ritmo de producción, ya totalmente activo en La Intención de la Medusa, su próximo lanzamiento que verá la luz en 2023.
Si Isaac Sánchez optase por alternar este tipo de obra más íntima con trabajos de género fantástico, se trataría de un panorama de lo más interesante, pero si decide darle más cancha todavía al realismo, estaríamos igualmente encantados de seguir percibiendo la sensibilidad demostrada en Baños Pleamar.