El terror cósmico no se puede comprender. Es, por definición, irracional e inabarcable para los humanos. H.P. Lovecraft y Alan Moore son dos autores igual de inabarcables. Así lo han determinado el impacto de sus obras y su calado en nuestra cultura. Dedicar unas líneas a uno solo de estos nombres implica, inevitablemente, quedarse corto en cualquier tema que se quiera tratar sobre ellos. Sin embargo, la ocasión merece que analicemos brevemente algunos de los puntos de unión entre ambos autores.
Recientemente se ha publicado en castellano la edición integral de Providence, un cómic guionizado por Alan Moore y dibujado por Jacen Burrows. Providence es una obra en la que Moore interpreta el mundo de H. P. Lovecraft, sus creaciones y su mitología. Y, como veremos a continuación, desarrolla su interpretación a lo largo de diferentes historias que hasta ahora se habían publicado en castellano en tomos separados.
La primera de estas historias es The Courtyard, El Patio. Se publicó en forma de relato en prosa en 1996, y en 2003 Moore supervisó su adaptación al cómic, con guion de Antony Johnson y dibujo de Jacen Burrows. Siete años después, en 2010, el propio Moore continuó las historias de los personajes que había creado en The Courtyard con una nueva miniserie de 4 partes: Neonomicon.
The Courtyard y Neonomicon fueron editadas en castellano de forma conjunta en un único tomo. Ya en 2015, Avatar Press comenzó la publicación de Providence, que se extendió hasta los 12 números. En su momento Panini la publicó en castellano en tres volúmenes, y ahora nos llega la edición integral que recoge estas 3 historias completas, The Courtyard, Neonomicon y Providence, en un solo tomo de más de 700 páginas.
¿Cómo podemos acercarnos a esta obra? ¿Puede disfrutarla alguien que no conozca mucho al respecto? Es muy difícil; esa podría ser la respuesta a ambas preguntas. La edición en integral es apropiada porque junta 3 historias que son muy complicadas de entender por separado, especialmente para alguien que no conozca el trabajo de Lovecraft. Sin embargo, la forma que tiene Moore de desarrollar sus historias es muy compleja, muy críptica y nada tradicional si pensamos en relatos de terror, o incluso en las propias narraciones de Lovecraft.
Hay dos puntos de partida principales en la gran historia que nos presenta Moore, aunque ambos comienzan en Nueva York. Por un lado nos situamos en el año 2004. El agente federal Aldo Sax está investigando 15 asesinatos idénticos que parecen haber sido cometidos por diferentes personas. A los cuerpos de las víctimas les faltan las manos, los pies y la cabeza, y están destripados con cortes en forma de flores. Por otro lado tenemos a Robert Black, un periodista aspirante a escritor que vive también en Nueva York en el año 1919. Black se encuentra investigando una noticia para el New York Herald cuando se entera de la existencia de un antiguo libro ocultista. Después de tener algunas conversaciones sobre este misterioso escrito, a Black se le ocurre una idea para empezar a escribir su propio libro, de forma que decide emprender un viaje por Nueva Inglaterra para documentarse y seguir investigando.
Hay un país oculto, escondido debajo de la sociedad (…). Esta verdad es una tierra hundida a muchas brazas de profundidad. Si algún día se alzara y tuviéramos que enfrentarnos a ella, ¿qué haría usted, Sr. Black?
– Dr. Álvarez en Providence nº1: El signo amarillo.
De este modo, Black pretende ahondar en una América escondida, oculta, donde las sociedades secretas, la ciencia y ciertas creencias populares se extienden entre comunidades enteras, al mismo tiempo que son invisibles para la mayoría de la población. Este es el punto de partida de Black, pero Moore no tarda en complicar estos conceptos. ¿Y si pudiéramos hablar de un mundo entero que, literalmente, se encuentra por debajo del nuestro? ¿Y si ese mundo fuera un reflejo de nuestro subconsciente como sociedad? ¿Y si hubiera un mundo onírico, irracional y oculto, que subyace bajo nuestra realidad consciente?
El viaje de Black y la investigación de Sax profundizan en todo esto a partir de largas conversaciones y diálogos plagados de nombres y referencias. El ritmo de lectura es lento, denso y difícil de seguir para quien no esté por la labor de retener complicadas relaciones entre personajes que, en muchas ocasiones, nunca llegan a aparecer en las viñetas. Los diálogos de Moore, algo artificiosos, rimbombantes y muy complejos, son el principal medio por el que avanza la trama. Con ellos, el lector va adquiriendo información sobre esa realidad subyacente, sobrenatural y terrorífica. La forma en la que se desarrolla la historia puede resultar atrayente y atrapante para algunos lectores, pero también tediosa y poco interesante para otros.
Todos los personajes y situaciones con los que se cruza Black en su viaje están sacados de las historias de Lovecraft, a veces de forma obvia, a veces de un modo sutil que el nuevo lector no percibirá. Sin embargo, siempre están ahí. La obra crece desmesuradamente en el momento en el que el lector empieza a ser capaz de establecer esas conexiones, de entender el metalenguaje y relacionar la ficción de Moore, las historias originales de Lovecraft y su círculo, y el significado que todo ello adquiere dentro del universo de Providence.
Ya sabemos cómo escribe Alan Moore: V de Vendetta, Watchmen, Miracle Man, Promethea, From Hell… Es minucioso, obsesivo y concienzudo en sus historias. Nunca subestima al lector y parece no importarle qué expectativas pueda tener el público a la hora de leer su nombre asociado al de H. P. Lovecraft y su terror cósmico. Moore cuenta la historia que quiere contar y plantea su mensaje de una manera críptica y compleja, nada complaciente para los que le sigan en la trama. Lejos de hacer un refrito o volver a contar viejas historias, por encima de todo presenta aquí un ejercicio de interpretación, una visión propia de la obra de Lovecraft.
Tanto en las historias de Lovecraft como en los relatos de terror estamos bien acostumbrados a encontrar narraciones y ambientes opresivos que culminan en momentos climáticos, terroríficos, con vísceras y tentáculos de por medio en algunos casos. Providence no quiere jugar a eso. Hay revelaciones, claro, y en momentos avanzados de la obra todo encajará en una estructura ridículamente compleja, sí. Pero será trabajo del lector entender lo que está leyendo y profundizar cuanto quiera en sus referencias.
Hay momentos terroríficos extraordinariamente bien construidos y narrados, pero no serán en absoluto satisfactorios para los lectores, sobre todo en el sentido en el que una historia de terror cósmico puede ser satisfactoria: Estas escenas son obscenas y grotescas, sumamente violentas, escatológicas y muy explícitas, y aparentemente injustificadas. La trama tiene un marcadísimo componente sexual que hará de estos momentos de terror aún más violentos y retorcidos. Por otro lado, en la historia encontraremos muy buenas ambientaciones, un contexto social y cultural de principios del siglo XX muy bien construido, y todo un abanico de temas que siempre han rodeado la figura de Lovecraft, como el racismo, su opinión sobre Nueva Inglaterra o la relación con su madre.
En mitad de todo ello, el lector tendrá que hacer esfuerzos por entender lo que está pasando y por qué. La obra no se lo pondrá fácil, pero las respuestas están dentro de ella para ser halladas. Como no podía ser de otra manera, todo está calculado al milímetro dentro de la historia de Moore. El dibujo de Jacen Burrows hace un grandísimo trabajo al respecto, si bien tampoco agradará a todo el mundo por igual.
El dibujante norteamericano ya ha trabajado con otros grandes autores como Garth Ennis o Warren Ellis, en obras como Dark Blue, 303 o Crossed, entre otras. Su línea es clara y su dibujo es detallista y estático. No es un estilo especialmente bonito o atractivo, pero gana muchos enteros con un guion como el de Moore. Todo Providence está contado con viñetas de ancho de página completo, igual que Neonomicon, lo que le da a la obra un claro aspecto cinematográfico, con la cámara siempre bien colocada en función de lo que se quiere resaltar. En momentos puntuales, eso sí, las viñetas serán verticales, y todo ello responde a momentos puntuales de la trama, donde incluso la forma de las viñetas establece juegos de relaciones entre los escenarios y los protagonistas. En Providence hasta los marcos de estas viñetas nos dan información sobre el mundo de horrores que descubre Robert Black… siempre que nosotros seamos lo suficientemente avispados para darnos cuenta de lo que está pasando.
Por otro lado, el racord de Burrows es impecable de principio a fin, y muy necesario de cara a que el lector vaya estableciendo conexiones entre elementos de los escenarios que ni siquiera se mencionan en los diálogos. El color es muy atmosférico, y el resultado, de nuevo, puede considerarse como parecido a una dirección de fotografía cinematográfica. Repetimos que es un estilo particular, neutro y estático, que definitivamente no gustará a todo el mundo, pero que demuestra ser perfecto para el tipo de historia que quiere contar Moore, con una buenísima narración secuencial por encima de la expresividad, y con detalles explícitos muy grotescos en las escenas de mayor impacto. Hay en la obra, además, algunos momentos de elipsis que son espectaculares desde el punto de vista narrativo.
Como ya hemos dicho anteriormente, las historias que construye Moore son bien conocidas por su complejidad, además de por su extensión. El escritor de Northampton gusta de elaborar dossieres, artículos, relatos y todo tipo de textos que acompañan a las viñetas de sus historias, y que amplían los universos que crea. En esta ocasión encontramos estas piezas adicionales de información en forma de diario del protagonista, Robert Black. Es procedente que esto sea así: es bien sabido, por ejemplo, que el propio Lovecraft tenía su commonplace book, donde apuntaba diferentes ideas sobre sus historias. El cuaderno que nos presenta Moore al final de cada capítulo es muy extenso y juega un papel fundamental en la historia. En ocasiones cuenta los mismos eventos que acabamos de ver en las viñetas, pero también amplía la historia de Black y nos ayuda a comprender mejor lo que rodea al personaje y a sus sentimientos. Hasta el punto, precisamente, de que hay eventos absolutamente trascendentales en la trama que se describen y se anticipan en los textos interminables de este cuaderno. De difícil y fatigosa lectura, dicho sea de paso, por la tipografía escogida para mostrar los textos de Black.
La edición del integral es lujosa y muy atractiva. Su gran tamaño lo hace pesado, pero engrandece el buen dibujo de Burrows; es una gran experiencia leer la obra y ver sus cuidadísimas composiciones en gran formato. Se incluyen, además, los artículos que acompañaron los tomos originales de Providence, que algo ayudarán al lector a comprender lo que está pasando. Panini ha reunido todo el material en una edición que resulta ser magnífica para cualquiera que quiera sumergirse en los viajes de Black y compañía.
Este ejercicio de Moore es personal, difícil de seguir, atrevido y muy controvertido. Los horrores cósmicos, si entendemos por eso los tentáculos, las ciudades olvidadas y los monstruos, no son los protagonistas aquí. Moore entiende que esos elementos son accesorios, apenas meros indicativos del verdadero terror: un conjunto de ideas, creencias y ritos que se esconden bajo nuestro mundo consciente y que transforman poco a poco a los protagonistas. Moore presta mucha más atención a Robert Black como aspirante a escritor y a la transformación que le supone ir descubriendo los horrores de Nueva Inglaterra que a cualquier otra cosa. Así es como el autor define e interpreta el terror de Lovecraft. De esta manera, Moore nos trae diálogos interminables, relaciones complejas entre personajes, un bagaje extensísimo de nombres y referencias, y escenas terroríficas con violencia sexual muy explícita. Se repetirán ideas, conceptos y situaciones que horrorizarán al lector, pero no por terroríficos o por viscerales, sino por grotescos, obscenos y violentos, en el peor sentido de estos términos.
Podríamos decir que la obra en conjunto puede darle al lector todo un cúmulo de sensaciones desagradables a cambio de poco más que perplejidad. Desde luego que no es una obra para lectores sensibles. Sin embargo, uno de los temas principales que trata es el poder que tienen las ficciones para cambiar el mundo y la misma realidad. Mientras leemos la obra en todo momento nos sobrevuela la figura de H. P. Lovecraft como creador de una mitología entera: los mitos de Cthulhu. Estos se formaron con las historias de terror cósmico escritas por otros muchos escritores de principios del siglo XX. Providence no pretende gustar a todo el mundo a la hora de enseñar esta mitología, pero es sobresaliente a la hora de entender el rol de Lovecraft como eje central de estos mitos.
La resolución de la trama, la forma en la que Moore construye el mensaje que quiere transmitir, es muy poco accesible, sí. Pero el resultado es una constelación terrorífica tremendamente bien cohesionada con un universo ficticio inmenso. Es una vuelta de tuerca más al horror cósmico, a sus mitos y a sus creadores.
Alan Moore y Jacen Burrows nos traen una obra notable, que definitivamente no es para todo el mundo. Pero quien tenga los ánimos de profundizar en ella probablemente se verá recompensado. A pesar de sus muchos enigmas, en el fondo todo el terror de Providence puede resumirse en una pregunta:
¿Y si no fue Lovecraft el creador original de todos estos horrores? ¿Y si fue al revés? ¿Y si, en cambio, todos esos horrores fueron los que inspiraron su obra?
Muy buena reseña, estoy bastante de acuerdo con todo. Yo había leído alguna historia de Lovecraft previamente pero no todo lo que tiene ni mucho menos. Es difícil seguir la trama pero aún así creo que merece mucho la pena. Definitivamente necesitaría una segunda lectura para entender mejor todo, en especial el final, que es bastante complicado