“Batman, un personaje misterioso y aventurero que lucha por la rectitud y para apresar a los malhechores en una batalla solitaria contras las fuerzas del mal de la sociedad. Su identidad es todavía un misterio”.
Estas fueron las primeras palabras que pudo leer un niño que acudía a comprar los cómics de un nuevo tipo de personaje: los superhéroes. Esta primera descripción del hombre murciélago tuvo su aparición concretamente en mayo de 1939, cuando pasaba una década de la Gran Depresión económica, el Crac del 29, que tenía resentida a toda la población, todavía sacudiéndose el polvo de la Primera Guerra Mundial. Pero a pie de calle, las tiras cómicas de periódicos reimpresa se vendían a un ritmo nada desdeñable, y un avispado en los negocios no dejaría pasar tal ocasión.
Por ello, en 1937 el mayor Malcolm Wheeler-Nicholson, con la ayuda de Harry Donenfeld, fundó Detective Cómics Inc., cuya cabecera homónima habría de llegar a su número 27 para ver el nacimiento de una nueva estrella: Batman, que no tardó en reunir las cualidades para igualarse con Superman, aparecido un año antes levantando un coche con sus propias manos en la portada de Action Cómics #1 (junio 1938). La década de los treinta observaba impotente un ocaso que traía la oscuridad de otra Guerra Mundial, la sociedad no había aprendido nada, y los superhéroes se hacían necesarios en la realidad.
Hay un ejercicio de reflexión que todo cultureta que se preste debe realizar. Es sencillo de seguir: vayan a Wikipedia, tecleen el año 1939, y busquen los hitos históricos ocurridos en mayo. El Pacto de Acero entre Italia y Alemania, Hitler anunciaba su estrategia de guerra a los mandos militares, la Legión Condor regresaba a Alemania tras su participación en la Guerra Civil Española con Guernica arrasada a bombazo limpio como firma de su actuación.
El conflicto más nefasto en la historia de la humanidad estaba a cuatro meses de comenzar, y entre todos estos hitos tan bestias para nosotros, Wikipedia no se olvida y apunta: “En Estados Unidos, Batman ―creado por Bob Kane (e, inoficialmente, por Bill Finger)― hace su primera aparición en el número 27 de la revista Detective Comics.” Si esto no es hacer historia que venga el Doctor Manhattan y lo vea.
Y aquí estamos, 78 años después, hablando del Bat-Man que sigue vivo entre una sociedad que, no sé si habrá aprendido algo o no, pero nos sigue fascinando los tipos con capas, antifaces y gayumbos por encima de los pantalones que reparten tortas a los malos. De hecho, asistimos a un repunte importante de la fama y el seguimiento hacia estos superhombres y superheroínas, debido al tipo de películas y series que desbordan la cartelera y nuestras pantallas con lo que se considera un nuevo género per se y, por ende, una búsqueda de más entretenimiento basado en estas historietas que han dejado de ocupar solo las esquinas de las librerías para recibir estantes enteros a primera vista del lector.
El ser humano siempre ha necesitado de héroes en su imaginario. La vida y nuestra naturaleza es demasiado compleja como para que nadie se alivie pensando en que alguien vela por nosotros. La diferencia entre el Aquiles que tenía en mente Alejandro Magno leyendo a Homero, con el Batman que veo de la mano de Frank Miller, es que le hemos añadido el prefijo super, de lo que precisamente el Cruzado de la Capa más carece, ya que no es super en absoluto. Los años treinta nos dieron el nacimiento de los superhéroes, la década siguiente vivió bañada en oro el éxito del cómic, y posiblemente asistamos actualmente a una época similar pero en el contexto audiovisual (como poco es la edad de oro en cuanto a cantidad de contenido cinematográfico y televisivo). Jugar a ser Uranai Baba es fracasar en las más de las veces, pero no puedo dejar de imaginarme que el paso de los siglos mantenga a personajes como Batman en la cumbre de la cultura.
El murciélago de DC no recibe ningún tipo de culto religioso (que yo sepa) pero es fácil imaginarse a un niño en la década de los ochenta del siglo XXI con un cómic de Batman en las manos, y ojalá no tenga que acudir jamás a una guerra, pero incluso después de tanto tiempo, seguirá emulando a aquel Alejandro Magno que posaba su atención en Aquiles. Y seguro que nuestro niño imaginario tendrá más conocimientos de Superman que de Zeus y, aun sabiendo diferenciar entre religión y entretenimiento, el héroe continuará en el imaginario colectivo y seguirá marcando hitos en la historia de la humanidad.
Capitán Flynn
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