Leer los primeros cómics de Spider-Man supone descubrir el nacimiento de un mito que ha llegado vivo hasta nuestros días (y no por casualidad). Cientos de aficionados, investigadores, teóricos, críticos… han hablado y han estudiado los comienzos de aquel apocado adolescente llamado Peter Parker y de cómo se convirtió en Spider-Man, un superhéroe que no es solo un emblema de Marvel o de los cómics, sino de la cultura general. ¿Qué hay nuevo que podamos decir? ¿Y qué más da que sea nuevo mientras sea nuestro? En mi caso, Spider-Man fue uno de los primeros personajes que leí y admiré, y siempre ha estado para mí como ejemplo de gran personaje.
«Though the world may mock Peter Parker, the timid teenager… It will soon marvel at the awesome might of… Spider-Man!»– Spidey.
En el verano de 2017, coincidiendo con el estreno de Spider-Man: Homecoming, me aventuré a leer y releer los cómics con los que se inauguró la mitología del Hombre Araña y, curiosamente, pese a que tienen ya más de cincuenta años y el mundo, no solo del cómic, ha cambiado, para mí sigue siendo una obra fresca y recomendable. Si he tardado en escribir esto es porque abruma, no solo por su ingente tamaño, sino por su significado, así que este comentario pretende ser más una invitación para la lectura de vosotros que un estudio sesudo.
El mayor regalo que se le puede hacer a una obra es recomendar su lectura a otros. Más allá de lo naíf de alguna propuesta (y que estos cómics eran para niños y adolescentes de otro momento), el lector con la mente más abierta continúa divirtiéndose con estas historias que en apenas veinte páginas cuenta más que muchos arcos argumentales con docenas de cómics como ocurre en la actualidad.
Un gran poder…
El nacimiento de Spider-Man, de las manos de Stan Lee y, sobre todo, de Steve Ditko (quien halló en el personaje un doble de sí mismo), puede que no haya envejecido, porque su historia es inmortal: trata sobre un adolescente tímido que consigue el poder y se vuelve arrogante, pero la muerte de un familiar por su culpa hace que cambie y se transforme en todo un símbolo.
Y es que mientras que otros personajes han sufrido constantes cambios y sus primeras apariciones poco tienen que ver con las más recientes, en los iniciáticos cómics de Spider-Man está todo lo que hace grande al arácnido y no solo me refiero a secundarios como tía May, Liz Allan, Betty Brant, Flash Thompson y J. J. Jameson o villanos como el Doctor Octopus, Kraven el Cazador, el Hombre de Arena, el Buitre y tantos otros malvados que continúan asediando mes tras mes a nuestro héroe: hay algo más, y es que Spider-Man continúa siendo un reflejo de todos nosotros, de nuestras preocupaciones, de nuestros miedos. Sí, Spider-Man se ha adaptado a los tiempos, pero jamás hemos sentido que su enorme culebrón haya perdido la esencia que lo hizo grande, ese chaval que malvive, que decide convertirse en un superhéroe, que siempre debe perder a la chica o que admira a otros superhéroes como los Cuatro Fantásticos.
Stan Lee tuvo una idea que ha cosechado millones y millones de lectores (y de dólares), la de un superhéroe adolescente que se alejase de la rectitud de otros. No era el primero, pero fue el que destacó. Ya había probado esto con Johnny Storm, pero Lee decidió bajar todavía más a la tierra y poner en el centro de la batalla a un adolescente de Queens sin poder económico, con una mala suerte inevitable y con un arco de evolución que hace que todos los lectores, de la época que sea, encontremos ecos de nosotros mismos. Es más difícil ser Superman, Batman, Iron Man o Thor, pero todos podríamos llegar a ver a Spider-Man como alguien posible en nuestro destino, al menos en un mundo de viñetas y varios colores y más si es dibujado por Steve Ditko.
Una gran responsabilidad
Ditko se merece muchas buenas palabras por su labor en Spider-Man. Stan Lee más de una vez, aunque menos de las que muchos querrían, ha reconocido que Ditko realizó varias historias de Spidey como guionista aunque fueran firmadas por Lee. Basta con googlear y buscar una foto de Ditko para darnos cuenta del parecido físico que existe incluso entre Parker y Ditko. Me importa poco, eso sí, los debates algunos por su personalidad (callado y aparentemente distante) o su ideología.
A su vez, muchos se quejan del estilo del autor, catalogándolo incluso de «feísta» (ay, qué daño ha hecho la falta de arte en las escuelas) y, en cambio, a mí me parece perfecto para su momento, funciona narrativamente y tiene escenas espectaculares de lucha, pero también cuando los personajes hablan entre ellos (más importante si cabe)…, pero eso sí, hay que ser consciente de que son tebeos de los sesenta donde los bocadillos y demás abundan.
Pese a todo, Ditko siempre se merecerá el reconocimiento por su Spider-Man, al igual que por el Doctor Extraño (o Strange) y tantos otros personajes que nos han hecho soñar.
Más allá de todo esto, muchas veces, los primeros cómics de nuestros personajes favoritos se leen con cierta pesadez y sensación de obligación, incluso completismo. Eso no ocurre con Spider-Man en ningún momento. Sus primeros cómics funcionan incluso como temporadas que llegan a su cierre con enormes números donde se cita toda la Marvel del momento (para que luego muchos se quejen de que Spidey esté dentro del Universo Marvel cinematográfico). Spider-Man entretiene, conmueve y funciona perfectamente.
Una telaraña que no se rompe
Si alguien se preguntase qué tiene de bueno Spider-Man para haber llegado hasta nuestro siglo, la respuesta está ya en ese tomo de casi seiscientas páginas que es Poder y responsabilidad, tomo que aparte de varios extras de distintos autores en su edición de Panini, recopila las diecinueve primeras aventuras del arácnido además de su debut en Amazing Fantasy 15 (agosto del 62) y algunas curiosidades como Adiós a Linda Brown, esa historia que nos hizo pensar a muchos que los tíos de Peter tuvieron también a una sobrina o hija sirena y que no deja de ser una curiosidad más.
Entre problemas con las chicas, enemistades en el instituto, el no llegar a fin de mes, la salud de la enfermiza y bonachona May, el advenimiento de futuros enemigos como Osborn y amores como MJ, crisis de poderes y de identidad, enemigos terribles, Peter Parker siempre será Spider-Man. ¿Y sabéis qué es lo mejor? Que nosotros también. Lo somos desde 1962, mucho antes de que naciéramos algunos, y siempre lo seremos. Es nuestro poder y nuestra responsabilidad.
Creo que es el mejor articulo que he leído reseñando esta entrega, no hay nada mejor que volver a las esencias de ese adolescente qué, a pesar de esos importunios constantes y esa culpa y sentimiento de responsabilidad tan reciente, se ve que es un crío pasándoselo bien, explorando terreno inexplorado con aventuras dentro de un nuevo submundo criminal y de supervillanos. Con decisiones dificiles y espontáneas, pero también preocupado por leerse el temario de física antes del exámen. Cuando me preguntan si disfruto el tocho omnigold del tandem Lee/Ditko asiento con gran orgullo, ya que a pesar de su edad las tramas se mantienen en su genialidad, un ejemplo de esto es que practicamente es como ver la serie de 2008 «El Espectacular Spider-man» (su adaptación más fiel en mi opinión) pero con el arte único de Ditko en una edición que se luce mejor que los tomos de Salvat y que sin duda es indispensable para cualquier coleccionista de España.